[Publicado en Entêtement el 22 de marzo de 2022]
TESIS SOBRE TRONTI – UNA POLÍTICA DEL CISMA
«Para Bordiga (1889-1970), la revolución sólo podía nacer de un cisma.» (Camatte diálogo con Bordiga)
I.
Los movimientos sociales no han sido derrotados por el capitalismo. Los movimientos sociales han sido exclusivamente derrotados por lo social. Este es el enunciado del planteamiento al que la época nos somete. En lo sucesivo, la hipótesis de construcción de un movimiento habrá quedado periclitada.
II.
Los movimientos sociales se han aferrado a una política del reconocimiento con la esperanza de quedarse con las migajas que los buenos gobernantes les ofrecen. Esta política se basa en la esperanza de que los gobiernos les escuchan y de que la clase obrera resurgirá milagrosamente de sus cenizas. Incapaces de vivir de otra manera, de desear otro modo de vida, asignados a una función en la gran mascarada de lo social, nacidos derrotados, esa es la triste vida de un movimiento social.
III.
El siglo XXI no es el siglo de los movimientos sociales. El siglo XXI es el siglo de los «no-movimientos». (Asaf Bayat, Revolution without Revolutionaries: Making Sense of the Arab Spring) Desde las Primaveras Árabes hasta los «chalecos amarillos», estos no-movimientos inspiran una común presencia y espiran una política del cisma. Una «ruda raza pagana», en términos de Mario Tronti, surgió en Francia en noviembre de 2018. El no-movimiento de los «chalecos amarillos» provoca un cisma brutal, haciendo añicos a los ídolos de la política y la metafísica de las identidades, partiendo del tejido ético para luchar. «La conciencia de hacer saltar en pedazos el continuum de la historia es propia de las clases revolucionarias en el instante de su acción». (Walter Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia)
IV.
De paganos, herejes, salvajes y bárbaros, es como se califica a los seres que expresan una política del cisma. Uno de sus enemigos, representado en la persona de Laurent Alexandre, exaltaba su odio a los «chalecos amarillos» calificándoles de «seres inferiores» y glorificaba a sus oyentes como «Dioses» en la Politécnica en 2019. El mensaje es claro. Dos mundos se enfrentan, nadie puede negarlo sin tener mala fe. «Pretender la unidad del mundo es lo característico de la concepción tecno-industrial», como recuerda ese bastardo que es Carl Schmitt. Los GAFAM y la buena gobernanza mundial viven con el único propósito de controlar el estado de cosas existente. Y frente a ellos, nosotros, los puteados de la historia, somos los que intentamos provocar bifurcaciones históricas, deshacer el estado de cosas existente, y los que insistimos en mantener lo más próximo al corazón el carácter aleatorio de la vida. El verdadero campo de batalla de nuestro tiempo, en resumidas cuentas.
V.
«Un mesianismo (sin Mesías) es posible y necesario.» (Françoise Proust, L’histoire à contretemps).
Una política de cisma, significa por lo tanto romper con un mundo existente. Provocar una separación, devenir herético, «Porque la prioridad no es tanto el proyecto de construcción de algo, sino la destitución de lo que existe» (Mario Tronti, Sobre el poder destituyente). Muchas de estas herejías extraían su fuerza del carácter apocalíptico y mesiánico, es decir, de su rechazo del futuro prometido por las instancias seculares de gobierno. Thomas Müntzer frente a la Iglesia, Zapata frente a Huerta, los marineros de Kronstadt frente a los bolcheviques. Deshacer la empresa de la gobernanza.
VI.
«La génesis del Estado absoluto va acompañada por una lucha incesante contra las profecías políticas y religiosas de cualquier tipo. El Estado consigue, a la fuerza, convertirse en monopolio del dominio del futuro.»
(R. Koselleck, Futuro pasado)
La esencia del Estado es controlar todas las cosas, su estabilidad sólo puede ejercerse mediante el apocalipsis sin eschaton, justificando así su supuesta legitimidad natural. El Estado aborrece las potencias mesiánicas y debe defenderse de ellas. «El concepto decisivo de su continuidad, de gran poder histórico, es el de kat-echon. Imperio significa en este contexto la fuerza histórica que es capaz de detener la aparición del Anticristo» (Carl Schmitt, El Nomos de la tierra). Schmitt elabora una concepción teológico-política del katechon, definido como una homología de la Iglesia y el Estado. Define un antimesianismo o, dicho de otro modo, una teoría de la contrarrevolución frente a los estallidos mesiánicos marxistas de su época.
VII.
Desde hace más de veinte años que se libra una guerra contra un enemigo invisible, ya sea este el islamista radical, el bioterrorista, el black block o los no-vacunados. El Estado persigue cualquier forma de vida que no se someta a la farsa de la sociedad. «La sociedad moderna no solo ve la guerra como la continuación de la política por otros medios, sino que también ve la economía como una continuación de la guerra por otros medios». (Mario Tronti, La política en el crepúsculo). El chantaje de la vacunación es el medio para recrear una creencia en torno a la sociedad. La pandemia permitió volver sobre esta mascarada; incluso los sociólogos habían dejado de hablar ya de sociedad antes del covid. En la patria de Rousseau se ha podido establecer un nuevo contrato social, un contrato que uno no firma, sino que se lo inyecta. Este es el nuevo ciudadano, o más bien el bio-ciudadano, que puede disfrutar libremente de su aislamiento existencial.
VIII.
«La sociedad moderna no sabe absolutamente nada de la amistad». (W. Benjamin, Fragmentos)
Todos lo hemos experimentado durante el confinamiento, el aislamiento, ser despojados de nuestros vínculos. La sociedad sólo existe en su capacidad de destruir nuestros vínculos, tanto con nuestros seres queridos como con otros mundos. Deshacer la sociedad, o más bien la bio-sociedad, implica un retorno al contacto. «Sólo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto. (…) Es esta densa masa la que se necesita para ello, cuando un cuerpo se estrecha contra otro cuerpo, densa también en su constitución anímica, es decir, cuando no se presta atención a quién es el que le “estrecha” a uno. Así, una vez que uno se ha abandonado a la masa no teme su contacto. […] Quienquiera que sea el que se oprime contra uno, se le encuentra idéntico a uno mismo. Se le percibe de la misma manera en que uno se percibe a sí mismo. […] Cuanto mayor es la vehemencia con que se estrechan los hombres unos contra otros, tanto mayor es la certeza con que advierten que no se tienen miedo entre sí». (Elias Canetti, Masa et Poder)
IX.
«En la continuidad ya no es posible ninguna praxis de reformismo, la discontinuidad ya no se identifica con la revolución. La chance revolucionaria no es la acción revolucionaria. Es un punto de vista, una forma de ser política, una forma de acción política, y el ahora, siempre, del comportamiento político».
(Mario Tronti, La política en el crepúsculo)
El reformismo encarnado por la izquierda ya no se dirige a nadie; sus únicos adeptos son mentes sin audacia, almas moribundas. La izquierda pasa a ser un katechon como otro cualquiera, en su afán de contener los deseos revolucionarios y con la esperanza de gobernar al pueblo llano. La izquierda siempre le hace el juego a la extrema derecha, y sigue alimentándola cada vez más. «La chance revolucionaria», en definitiva, reside en una forma de vida dispuesta a desactivar lo social y a extender el comunismo.
X.
«El comunismo es originariamente un movimiento de lo negativo». (M. Tronti, La política en el crepúsculo)
Necesitamos ver el movimiento de lo negativo, ya no a través del prisma de Hegel y de su ontología, sino percibir más bien este movimiento como una potencia destituyente, desactivando la ley y revelando «el verdadero estado de excepción» de una forma-de-vida. «Pero cuando pienso en el estado de excepción, pienso enseguida en la guerra civil. La guerra civil es el momento donde nadie tiene la capacidad de dirigir el equilibrio de las condiciones». (Mario Tronti, Sobre el poder destituyente)