Artículo publicado en Entêtement «Lukács, une dynamique de l’âme et des formes» el 2 de marzo de 2022. Traducción de Plebs Invicta
Lukács, una dinámica del alma y de las formas
«Nuestra vida se ha formado de tal manera que, por casualidad, las miradas que nadie ha notado, las palabras que se han dejado escapar o que han volado sin ser entendidas se han convertido en esas formas en las que las almas se relacionan«.
Lukács, El Alma y las formas
En la penumbra, la luz del sol se vuelve cada vez más rara, las estructuras sociales liquidan cualquier alegría, cualquier posibilidad de vivir sin ellas, reduciendo la vida a un experimento de laboratorio. Frente a la vida biomédica reinante, los diferentes ejes del partido de la biopolítica prosiguen su realización, el primero estando como está bien organizado globalmente, y el segundo tratando de organizarse en lo local, creyéndose ingenuamente ser el antagonista del primero. Sin embargo, el segundo no es otra cosa más que un arma difusa del primero. Deshacer el influjo que se acumula en todos los planos, es retirarse de las cuerdas y exponerse a llevarse golpes, pero sobre todo esquivarlos, sentir llegar el momento adecuado para golpear ahí donde más duele. Esto requiere de nosotros aun cierta capacidad de lucidez, recobrar el aliento, percibir los desplazamientos, mantener cierto arte en las distancias y sentir el tempo adecuado. Una cuestión musical y, por lo tanto, una cuestión técnica. Aquí es donde György Lukács puede ayudarnos en esta búsqueda de la percepción sensitiva. Recuperar un sentido dinámico a nuestra alma confinada.
Ya no hay que pensar simplemente a partir del cuerpo biológico o social. Hay que partir de otro plano de realidad, el plano del alma. «El alma se sitúa en el mundo como cualquier otro elemento de esta armonía; la frontera que le da sus contornos no se distingue esencialmente del contorno mismo de las cosas; traza líneas claras y seguras, pero solo separa de una manera relativa, en función de un sistema homogéneo y equilibrado«, (Lukács, Teoría de la novela). El alma no es aquí una versión new age del alma escolástica, sino un emplazamiento situado, atravesado por un soplo de aire. Estar atravesado es demostrar el carácter relacional del alma con el mundo que implica su participación. No somos un simple cuerpo viviente definido por tales o cuales características, estamos atravesados por vínculos, enlaces. Esta visión del alma desarma la oposición sujeto/ objeto. «El mundo y el yo, la luz y el fuego se distinguen claramente, sin embargo nunca se vuelven definitivamente ajenos el uno al otro, porque el fuego es el alma de toda luz y todo fuego se viste de luz. Así, no hay ningún acto del alma que no tome plena significación y que no termine en esta dualidad: perfecto en su sentido y perfecto para los sentidos: perfecto porque su actuar se desprende de ella y, vuelto autónomo, encuentra su propio sentido y lo traza como un círculo a su alrededor«, (Lukács, Teoría de la novela) Estamos pues afectados por todos los componentes de un mundo.
Sin embargo, Occidente no aprecia este tipo de plano del alma que cuestione su existencia. Occidente prefiere destruir este plano y producir sus almas buenas, es decir producir su tipo de ser humano. No en vano vivimos en un mundo en el que las enfermedades proliferan por doquier, en el que nuestro espíritu ya no se sostiene, en el que la ingesta de antidepresivos está generalizada a cualquier rango de edad, en el que la tasa de suicidios entre los más jóvenes no hace más que aumentar. El gran asalto de Occidente para aniquilar todas las formas que se unían a las almas ha sido metódico. Producir un entorno para su tipo de humanidad es la necesidad de generar una dependencia de ese entorno. Cuando se ha emplazado el decorado, toca el turno de los actores, la puesta en escena, es decir, de un tipo de vínculo afectivo. Facebook produce una comunidad sin comunidad, una amistad sin amigos. Las aplicaciones de citas producen encuentros sin encuentro, amantes sin amor. Todo esto pertenece a una unica esfera, la esfera de la economía. Todo debe ser mensurable y cuantificable. Cuando ninguna experiencia del amor puede ser cuantificada, es simplemente por el hecho de que su complejidad singular, porque en el fondo una experiencia amorosa es un acontecimiento mágico. El proyecto fundamental de Occidente es el control y el control de lo incontrolable que es «la vida» en todas sus formas. «La vida es la anarquía del claroscuro» (Lukács, El alma y las formas). La vida es una dinámica que desborda, Deleuze lo había entendido muy bien: «Toda vida es, por supuesto, un proceso de demolición«, (Lógica del sentido). Y para esto, hace falta todavía ser capaz de sentir algo.
Sentir una forma implica cierta percepción. Una forma no se puede reducir simplemente a su apariencia, sino que debe tomarse como un elemento dinámico. «Según mi concepción, la forma es la paradoja que ha tomado cuerpo, la realidad de la experiencia vivida, la vida verdadera de lo imposible (imposible en el sentido de que los componentes se oponen absoluta y eternamente y que su reconciliación es imposible). Porque la forma no es la reconciliación, sino la guerra transpuesta en la eternidad, los principios en luchas«, (Lukács, Correspondencia de juventud: 1908-1917) La forma es tomada siempre en una particular situación y en una igualmente particular necesidad. Afecta a un alma, es por eso que la forma corresponde a un elemento dinámico. La forma es un fragmento, que afecta, abre un plano de encuentro entre las almas, las pone en relación. Se puede tomar por ejemplo una idea, porque una idea es una forma, atraviesa un alma o varias almas, produce planos, un plano de percepción, un plano de lenguaje. Para sostener fragmentos de experiencia vivida, son los recuerdos o incluso los sentimientos. «La forma es la única manifestación pura de las experiencias vividas las más puras, pero es precisamente por eso que siempre se negará y debe negarse necesariamente, a figurar lo que no está claro o lo que rebaja«, (Ibidem). Lukács insiste pues sobre el hecho de que la forma es siempre una manifestación de las experiencias vividas. Una forma circula, no se queda en el lugar donde apareció. Las prácticas insurrecionalistas de los black blocks y de los «chalecos amarillos» han llegado hasta Hong-Kong, hoy la forma de los convoyes de la libertad supone otro ejemplo. Cada forma se inscribe en una constelación imaginaria, una geografía cargada de mil y una municiones.
Una forma es un fenómeno singular que posee su propio idioma. Entender objetivamente una forma es imposible, exige una peculiar atención, una cierta escucha para traducirla. Es siempre una traducción singular, situada, que se expresa entre la experiencia de una forma y el traductor. Esta peculiar atención debe evitar ceder al error de atención que separa la situación de la necesidad de la emergencia de una forma. Cometer esta distracción conduce a una desorientación para formular una traducción operante. Tal fue el caso de una parte de los «revolucionarios» frente a los primeros actos de los chalecos amarillos. Traducir una forma, es percibir su singularidad fenoménica en toda su complejidad, comprender su venida al mundo, sus desafíos, para intentar ver un poco más claro y por qué no prolongar su gesto. «El valor vital de un gesto. Dicho de otra manera: el valor de la forma en la vida, el valor de las formas en tanto que creadoras y que hacen crecer la vida. El gesto no es más que ese movimiento que expresa claramente el unívoco, y la forma es el único camino en la vida que conduce a lo absoluto; el gesto es la única cosa que se realiza en sí mismo, una realidad, y más que una — mera posibilidad«, (Lukács, El alma y las formas). El gesto se siente como potencia del uso del hábito, desactiva la vieja concepción aristotélica de la potencia y del acto. Esta potencia se inscribe en un tejido ético, en una forma de vida. El gesto no es ya visto como un medio para un fin, sino un medio sin fin que basta por el alma que lo habita.
El alma y las formas desafían «las formas sociales de la vida«. Abren posibilidades de superación de estas condiciones, porque toda ética postula formas, gestos que se asientan al interior de un alma dispuesta a romper la vacuidad del dominio de Occidente. Vivir no puede reducirse a la «fragilidad«, al miedo. No hay ninguna experiencia vivida posible en una vida constituida como una burbuja «securizada«, policializada hasta lo informe de este mundo. Vivir conlleva siempre un riesgo, un riesgo que nos conduce de vuelta a nuestra fragilidad. No podemos seguir teniendo eternamente miedo, debemos plantarle cara. El revolucionario pone su vida en juego con la experiencia de la insurrección. Cuando dos almas se ven afectadas por un sentimiento de amor, deben ponerse en juego. «No voy para morir. Voy para saber de una vez por todas si estoy vivo«. Spike Spiegel
Pideme La Luna