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Los Centauros 1964 – 1966 (poemas Giorgio Cesarano)

Reproducimos aquí el ciclo poético de Giorgio Cesarano que acompañaba a los «Apuntes sobre la obra teórica de Giorgio Cesarano», la introducción a la obra teórica del poeta que publicó Luis Andrés Bredlow en el segundo número de la revista Manía (1996).

Ya que hace poco hemos dado –«casualmente»– con un fragmento de Benjamin dedicado también a los centauros, hemos decidido traducirlo y reproducirlo a continuación del ciclo de Cesarano. La breve reflexión de Benjamin es producto del cruce del poema en prosa de Maurice de Guérin «Le Centaure» con el «poderoso y violento fragmento de Hölderlin «Das Belebende» [lo vivificante, lo que da vida]» (Carta a Ernst Schoen del 30 de Julio de 1917) que el poeta suabo redactó cuando estaba inmerso en la traducción de Píndaro. Benjamin considera, en esa misma carta, que «el mundo del Centauro de Guérin entra en el más amplio del fragmento de Hölderlin». Por nuestra parte, dejamos al criterio del avezado lector la consideración de si, en este caso, se trata de un «azar objetivo» y, por tanto, existen resonancias entre el centauro de Benjamin y los de Cesarano.

(Ninfeo)

Por las curvas escalinatas subiendo subiendo
por enjambre se alejan de muchachas y mujeronas, agitados
por colores, y los oscuros hombres no propiamente sutiles
y derechos qué bellos serían pero en casi leñosas cesuras
      mezclados con sus alejadas figuras.

      Conversamos, en la balaustrada.
Debajo de nosotros musicados se mueven
vulpinas ninfas, faunos barbarillos.
«Es hora de tomar aquellas medidas nuestras…»
abajo se ven mientras a rayos los ojos entre sacudidos
cabellos y manos cándidas vuelan como pájaros
presas del pánico en la jaula, golpeadas por luces.
Honesta y desnuda tiendes tu cara.
«Es hora» respondo, y al borde de los ojos
míos se disipan los últimos altísimos pasos
en las escalinatas, se desnudan las piedras.
«Sucedería» cuentas, «los pocos amigos»
y «sí» digo, «sí» pienso, pero lo que a mí me sucede
es que la emoción de tenerte aquí, encariñado
en semejante peligro, titubeo, después de la fiesta
de falsas investiduras: sea casi todo.

(Alzándose hasta alcanzarnos
la espuma, olor a pieles)

(Jet)

«Pero lo sé, chambelanes, juglares,
o peor poetas de la corte…»
       «…en vuelo
sobre las últimas lavas
de los glaciares, y allá
esculturas de metralla no estalladas de migrantes extinguidos
de cadáveres retenidos en el hielo carbonizado y de…»
       «…De los jet, dilo ya, de bodegas como ésta
quebradas en el improviso resalto
de los contactos…»
       «A los hechos: se muere antes de cosas
que de vergüenza o de dolor»…

(Stube)

En el único ojo (lustrado) que puedo ver de una

Solche Probleme kennt man nicht
mit Kontaktlinsen von

señora vieja que Hölderlin grita en la memoria
voz agitada derecha un palmo sobre las cabezas
(con todo el plomo en el cráneo de la Buchmesse)
–taberna griega de Fráncfort con

       toda la rigidez calvinista–
y no sé –y detesto– pero
tal vez griega –y ¿quién nos entiende todavía?–
en el único ojo y en la voz agitada
memoria, intolerable (plomo en el cráneo,
compramos liquidamos plomo, sin más voz)

en el único ojo y en la voz agitada
tan duramente sobrevivida memoria

       y éste
éste es el momento en que se decide –y se
decide– ahora, mientras se está
a punto de morir, a esta
cara de piedra griega o madera alemana a aquella
luz de un único ojo, a aquella sea dada
única esperanza que uno como yo
–dicen que yo soy uno como yo–
pueda, envenenado de la muerte,
despreciando donar: la única esperanza, en el incierto
       y creo
en el incierto pero destronado
pero destronado pero destronado porvenir.

 

(Convite)

La curva agua tiene luces intestinas.
Intacta, entre las sibilinas
sombras de los vegetales
otras luces por vísceras violadas de manchas, con una
rasante carrera inmóvil, concéntrica, de todos los lados
fulminan estampan:
       las sombras
instantáneas, pero ininterrumpidamente
en movimiento, durando una suma que no resulta
la película de fijos instantes ensortijados…

       (Es ésta la escena que no acabo de reconstruir.
       Podría discutirlo, podría desmontarme, moverme
       del rincón en donde me mantengo por
       timidez? soberbia? pesimismo?
       Pero es desde aquí que de algún confuso modo…)

La fiesta de los notables, su
pícnic nocturno de fieles partidos
de bílises permutadas por evaporados

alcoholes de ácidos expurgados
    sobre el prado catastrófico en el verde endemoniado
            de los faros
        (…manteniendo fija
    el agua que de hecho dura –es dura– como cuarzo
    y resplandece: de luces intestinas
    en el más completo silencio)

Pero si acepto oír, entonces es ruido,
se confiesan a voz en grito todos y desde las altas vitrinas
desde los hielos de la noche que nos dominan, del ala
    de los hijos
los clarines del juicio retorcidos en los serpentinos
sollozos chorrean chaparrean sobre nosotros el escarnio, ríen
    de argénteo desprecio.

A medianoche entre corrillos y patios
inmóviles que fermentan petrificados en bríndises
se precipitan de improviso no vistos antes
los elfos y de golpe un sobresalto
rompen todos a una el corazón intestino
el cuarzo se torna agua y a los embalsamados
padres e hijos les rocían
con duros diamantes las caras,
vivos en una líquida risa indomable.

(Buchmesse)

Prorrumpe, revienta el ardor, las llamas de las
crèpes suzette y en otra luciente página
soasa en su fuego se dora lamido un
bonzo y todavía
en nuevas jaulas (las más elegantes) gráficas se alinean
los cuerpos no sabes ya si de peces de víctimas
de productos de exterminios de atroces recatos
de relampagueantes exhaustas verdades
oh amigo, amigo y cómo se alinean
las líneas tempranamente rotas de millones de versos
cómo se te cierra la garganta se te seca el ojo
el envilecimiento se hunde en tu mudo yo
infante que enloquece entre jardines y patíbulos
oh amigo los mamparos de los stands son un implacable
laberinto que te devuelve cansadísimo siempre a ti
que ahora, a mi lado, entre los ojos casi cerrados
la imagen por un instante golpea
de un altísimo magro ávido desdeñoso
de hambriento demasiado veloz marchito y odioso y tuerto
y joven y rabioso y de incomprensible
lengua pero mudo pero vuelto hacia otro lado pero sin una
mirada
para nosotros, de repente, tal vez risible: profeta.

Revista Manía, nº 2, pp.86-88 (1996)
[Traducción de Luis Andrés Bredlow]

[Fotografías de @Rafa-paelo]

* * *

El centauro (1917)
Walter Benjamin

El Centauro pertenece, originalmente, a aquellos tiempos de la naturaleza griega en los que la creación fue vivificada y desplegada por medio del espíritu del agua. Pronto, el agua –«rondando errante»– es la violencia desorientada que aún pertenece al caos; más tarde, se transforma en el torrente encauzado, en el principio de la vivificación y del cosmos. Tan pronto es, también, el estancamiento y, por tanto, lo muerto, como se transforma en lo bramante, lo viviente que da vida. Probablemente, Tales se refería a esta presencia del agua en la creación cuando encontró en ella el primer principio. Lo húmedo era vida pero, a la vez, también lo informe, casi inanimado, a partir de lo cual se formaba lo viviente, era el medio de la vivificación. Por ser medio, era la unidad por encima de los contrarios. El concepto de centauro, dice Hölderlin, era el del agua vivificante. La genuina tristeza griega de esta figura, no obstante, estaba determinada por su presencia en lo vivificante, en la creación que se despliega y en la violencia que ahí da vida. Pues donde no da vida el espíritu –esto es, la palabra– se da vida y violencia. Cuando la palabra no da vida, la vida se despierta con el paso del tiempo, y la creación está triste cuando se demora. La alegría judía en la creación es esta: que surge de la palabra, plena de profunda seriedad pero también llena de elevada alegría. La naturaleza griega viene a sí a ciegas y no encuentra quien la despierte en su triste despertar. Despierta en el centauro.

GS VII.1, p. 26
[Traducción de Cuadernos]